Las redes sociales nos dan la opción de mantenernos conectados con las personas que queramos. Fotos, videos, palabras, todo nos mantiene unidos en el mundo cibernético y un poco más alejados en el mundo real. Las relaciones, el amor, las obsesiones, el dolor, todo ha evolucionado junto con el mundo. Internet ha cambiado nuestra manera de lidiar con el amor y el desamor. Cuando terminas una relación con alguien, la manera de manejarlo se ha vuelto complicada porque la parte dolida, ardida o confundida de nosotros no puede evitar buscar a esa persona por todas las herramientas que Internet nos da, y es inevitable no encontrarla. No hay límites para la obsesión que llena nuestra cabeza y nubla nuestra vista. Antes, dejar a una persona era dejarla por completo y quedabas abandonado(a) en la duda, la esperanza, la desesperanza, la imaginación. Lo único que nos quedaba era imaginar qué estaba haciendo, dónde estaba, qué pensaba, con quién estaba. Ahora podemos averiguarlo y no solo enterarnos sino tener documentos que lo prueban, fotos, historias, lo que también nos deja con un mundo de interpretaciones erróneas muy difíciles de controlar.
El mundo cibernético nos da la oportunidad de hacer algo que el mundo real no permite. Nos da el poder de ser invisibles mientras merodeamos como fantasmas en la vida de la persona que nos duele o nos atrae. Facebook tiene un estado es su chat que te permite permanecer invisible mientras tú ves quién está visible. MSN igual, básicamente todas las herramientas lo tienen para tener cierta privacidad en nuestra locura. En el mundo real eso no existe, no puedes pararte frente a esa persona y ver qué hace sin ti mientras ella no se da cuenta. Las redes sociales nos permiten ser fantasmas en un mundo lleno de almas desconsoladas, desesperadas y enamoradas. La curiosidad es saciada de inmediato, el problema es que también es alimentada por historias creadas por nuestro dolor. Una foto que puede ser inocua, la convertimos en la peor imagen. Una palabra que no está dirigida a nosotros, nos la tatuamos.
Amar y doler es más difícil en el Siglo XXI porque el poder de la invisibilidad nos convierte en espectros, no en seres vivos. Tal vez no es mala idea regresar a lo básico del dolor y el amor. A estar solo con nuestro pensamiento sin alimentarlo de basura cibernética. El estilo de vida de ahora es más orgánico, está de moda la comida verde, las cosechas, lo natural; lo mismo debería pasar con nuestros sentimientos, debemos llenarlo de menos insecticidas mediáticos.
Aunque puedas ver lo que ocurre con cada persona por internet, considero que nuestra propia imaginación es nuestro último refugio. Uno no puede twittear o compartir en Fb todos y cada uno de los figmentos de la mente y la memoria.
ResponderEliminarsaludos!