viernes, 15 de julio de 2011

BARBADO





Lo Admito, de niño quería tener una barba muy poblada, tupida y bien negrita, planeaba hacerme muchos estilos en ella al igual que lo hacía mi padre. Hoy es un poco tortuoso tener que pasarme una y otra vez la cuchilla por la cara, es de esas cosas  que duele mucho hacerlas -literalmente hablando- y tan solo quisiera que hubiese un modo más sencillo y menos doloroso para tratarla.

A los trece  años ya tenia ese bozo en la parte superior de mis labios y a los catorce aquella llamada "barba de chivo" comenzó a dejarse ver sobre mi mentón, estaba contento, era lo quería, todo bien hasta  que los más "montadores" de la clase como es típico de ellos mofarse de quien sea y cuando sea, empezaron a decirme "abuelo" , todo por aquella representación cápilar que surgia de entre mi epidermis fácial y que ellos no poseían aún  -de hecho ninguno de mis contemporaneos compañeros de clase de aquel entonces daba siquiera señal alguna de vello fácial- y que me hacía ver un tanto más grande que ellos.

Debo confesar que nunca me gustó verme mayor que mis otros compañeros, tuve que lidiar con eso hasta mis 16 años  en donde el tiempo parece haberse detenido para mi cuerpo. a esa edad gran parte de mi cara estaba ya poblada por una fina capa de negras hebras de cabello que a diferencia de otros, en mi cara no creció con ese desorden con el que suelen manifestarseles al resto de los adolecentes, la mía era más bien como una cascada que bajaba siempre de mis pomulos hasta la linea delimitoria entre mi cara y el resto del cuerpo, no estaba mal, pero aún faltaba. ¿Como esque aún despues de tres años mi bigóte no logra pegarse a la barba de mi mentón? ¿Por qué la barba que crece en mis mejillas se rehusa a seguir su camino hasta encontrarse con el bigóte? nunca lo supe, pero hasta el sol de hoy mi rebelde bigóte se niega a socializar con el resto de mi barba, dejando un inusual espacio sin vello en mi cara, que no solo me daba una apariencia desordenada sino poco agradable a mi vista, pensé entonces, ¡ya es hora! ¡te vaz, porque yo quiero que te vayas! Un poco de agua y jabón de baño, una cuchilla de afeitar baráta  y en una dolorosa sesión mi naciente barba se fué.

Entre cicatrices de pequeñas cortadas  y enrojecimiento sobre la irritada piel de mi cara pude observar como ella me decía "volveré" y pude sentir su aire a venganza con el cual me hacia su promesa. No pude evitar ser motivo de burlas al otro día en colegio -malo porque sí y malo porque nó- mi carácteristica barba ya no estaba y en su lugar pequeñas marcas de sangre seca que me hacian ver todavía más raro eran el principal material para chistes pesados acerca de mi apariencia.

Así pasó el tiempo, mi extraña barba volvió a aparecer, se hizo esperar pero finalmente se presentó, semanalmente lo hacía, pero no duraba mucho su estadía, púes mi afilada cuchilla siempre estuvo presta a desalojarla, ya no quería una barba, ya no quería estilos de barba sobre mi cara, solo la quería fuera. No fué si no hasta aquella epoca en la que acudí a mi servicio militar obligatorio, -en un batallón que parecia más una casa de muñecas, en donde la presentación personal era primordial- en donde este malvado conjunto de cabellos cumpliria su amenza de vengaza. Todos los días durante un año  entero en las frías madrugadas tuve que someterme a la tortura de pasar por mi cara hasta 5 veces una desgastada hoja de afeitar, púes mi barba ahora era una tupida selva de gruesos cabellos y tan oscuros como el cielo en la noche. Diariamente era como pasar un rastrillo de aluminio por mi cara y las lagrimas no se hacían esperar ¡¡que dolor!!  ¡condenada barba!  Dejar de afeitarme no era una opción, el castigo tenia la tendencia a ser peor, asique como todo un macho soldado combatiente pude soportarlo.
Habiendo superado al ejercito y a sus peripecias, ya en la vida civil hice la tregua con mi barba, me despedí de la cuchilla de afeitar y dejé que la cascada se alojara de nuevo sobre mis mejillas, pero ella no estaba dispuesta a hacer un cese pacífico, venia agresiva y llena de ira. Sus mas grandes cabellos gruesos y puntiagudos como agujas, se enterraban cual certera puñalada entre los poros de mis mejillas y crecian y crecian y crecian... de nuevo tuve que enfrentarme a otra fastidiosisima irritación que me causaba comezón y ardor, lo cual me llevó a islar mi cara ante el resto del mundo, rechazar un beso en la mejilla  ya nó era solo por antipatía mía y era mejor que ni el aire osara a tocar esa area si alguien quería verme de buen humor.

Entre afeitada y afeitada aprendí a manejarla y tratarme bien con ella. Agua caliente sobre mi cara para abrir los poros, espuma de afeitar con ph no mayor a 12, cuchillas triple hoja lubricadas para piel sensible, una pasada en dirección del crecimiento y luego otra en dirección contraría si se la quiere al raz y hacerlo cada 3 dias o semanalmente cuando suele enojarse. La fina cascada que solía ser antes ahora es una aspera quebrada a la cual le hago retoques de vez en cuando con un maquina cortadora de cabello numero uno, dejandole definidas las lineas que dejan ese extraño separador entre mi bigote y el resto de la barba, convirtiendola en un estilo que solo a mí me queda bien. Una afeitada exitosa es un evento escaso y casi siempre lo tomo como un buen augurio. No podría tener un trabajo en el que tuviera que afeitarme todos los días. Ahora sólo me afeito cuando voy de desorden con mis amigos o cuando voy a salir con alguien que me gusta -O sea que pueden tomarlo como un cumplido si me ven afeitado- 

A muchas -y a muchos tambien- les gusta la relación que hay entre mi barba y yo, apesar que ella está dispuesta a chuzar como cactus a quien se atreva siquiera a acercarse a su territorio, y me avisa con agudos punzones su descontento al respecto, pero he sabido llevarla y ella ha sabido convertirse en varias ocaciones en mi  sexapeal infaltable.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario