miércoles, 21 de noviembre de 2012

NO TE ENAMORES DE MÍ



Muchos piensan que si su ligue de la noche anterior les llama para tomar café es porque se ha enamorado y se quiere casar con ellos. Confunden el interés con el amor y se agobian. Pero, ¿de quién es el problema? ¿Del que llama o del que se agobia?


“No le llames todavía. Si lo haces parecerás demasiado ansioso y va a pensar que estás recolectando babas en un valde”. “No quedes dos veces con el mismo, no se vaya a creer que estás enamorado”.

Echar mano de ciertas dosis de frialdad cada vez que estamos lo suficientemente enajenados mentalmente como para relacionarnos con alguien en plan rollo /follamigo /noviete /consolador industrial, está muy de moda. Está tan de moda que en cuanto un individuo nos muestra un poquito de afecto o atención (nos trata bien, nos manda un mensaje, es atento) en lugar de regalarnos toda la indiferencia del mundo, nos agobiamos. O sea, que cuando alguien muestra un mínimo de interés por otra persona, esa persona lo malinterpreta y termina pensando que, poco más o menos, esa muestra de interés significa que el sujeto en cuestión está a punto de aparecer acompañado de una tuna, arrodillarse, enseñarle un anillo de diamantes y pedirle matrimonio.

A todos nos ha pasado (si, asi sea solo una vez). Hemos conocido a alguien, hemos congeniado, hemos tenido carricoche y a los pocos días hemos pensado que sería una buena idea llamar haciendo uso de esa cosa que se denomina teléfono móvil (y que, al parecer, se dice, se comenta, que sirve para algo más que para poner la alarma con el fin de despertarte por las mañanas para ir a correr detras del alimentador). Almas cándidas que somos (qué tonticos) hemos llamado a esa persona y le hemos propuesto quedar para tomar un sencillo y nada comprometido capuccino en "Juan Valdéz". Y esa persona no sólo se ha sentido sorprendida, violentada y desconcertada ante la proposición, sino que entre nervios y tartamudeos te ha contestado con la voz quebrada por un grito ahogado que la estás agobiando y que la dejes en paz. Es muy probable que a continuación, aunque tú no pudieras verlo, haya tirado el teléfono al suelo totalmente aterrorizada y se haya dejado caer hecha un ovillo, al tiempo que llamaba a su madre entre sollozos. Cual primera escena de Scream.

Bien. Ante esta situación es muy probable que te sientas como un auténtico psicópata o como un desesperado-degenerado-desquiciado de tres al cuarto. Poco más o menos te han hecho sentir como si hubieras estado espiando a tu ligue mientras te tocabas con los ojos vueltos, ataviado únicamente con una gabardina, en medio de un parque infantil. Pero tengo noticias para ti: a menos que estés en la nube voladora de Gokú y realmente obsesionado y te hayas dedicado a llamar a ese tipo(a) 23455'65 veces para pedirle una cita, no eres un psicópata; eres una persona normal que llama a otra persona aparentemente (pero sólo aparentemente) normal para tener una cita. Es decir, que el problema no lo tienes tú, que sólo querías tomarte un tinto y si acaso echar otro casquete pa' darle gustirrin al cuerpo, sino ese individuo con un miedo patológico al compromiso que se piensa que por quedar dos veces con la misma persona está embarcándose sin remedio en la senda que conduce a casarse y tener 234 hijos y un perro labrador en una cabaña junto a un lago.

Y es que sus mentes están distorsionadas. Ellos solos se lo guisan y ellos solos se lo comen. Se montan la película. Y encima te hacen creer que el problema está en ti (es que viejo, mire usted es como raro ¿cierto? como se le ocurre llamar a alguien para tomar café). Esto se extiende a otras acciones cotidianas y normales que son tomadas como auténticas amenazas contra la integridad del codiciado soltero, estableciéndose así la siguiente tabla de equivalencias:

-Te llamo = Quiero casarme contigo.

-Te digo que me caes bien = Estoy profundamente enamorado de ti como nunca lo he estado de nadie.

-Te puedes quedar a dormir en la sala = Me encanta pasarme las noches en vela mirando cómo duermes.

-Te doy un beso sin que estemos follando = Quiero despertar cada mañana a tu lado y que me digas “buenos días, principe” mientras suena Luis Fonsi en la radio.

-Te rozo la mano sin querer cojerla del todo = Quiero que tengamos hijos como para hacer un equipo de fútbol.

-Te digo que me agrada estar contigo = Quiero envejecer a tu lado y que veamos la tele local en el porche el resto de las tardes de nuestra vida mientras tejemos sacos de punto para nuestros nietos.

-Te invito a cenar en un MacDonald's = No puedo vivir sin ti y voy a dedicarte la canción de El Guardaespaldas en un karaoke (and IIIIIII iaaaa will always loviuuuuuuuu uuuuu). Incluso pretendo drogarme para parecerme más a Whitney Houston y que tú seas Kevin Coñe (o al contrario).

Incluso el mero hecho de dar el teléfono a la persona que te acabas de zumbar parece estar comprometiéndote demasiado. Siempre surge la frase de cajon, esa que parecen haber aprendido todas las personas en el kinder un día que yo falté a clase: es que no quiero que te enamores de mí”. Como si tú fueras lo suficientemente estúpido a estas alturas de tu vida (con tantos tiros pegados) como para enamorarte de ellos sólo por echar una palabrita al son de un té o como si ellos fueran estupendérrimos e irresistibles e inevitablemente, por ciencia infusa, suscitaran ese sentimiento en nueve de cada diez pendejos ( no me mires mucho ni te arrimes demasiado a mí, no vaya a ser que te vuelva loco(a) y ya no puedas vivir sin mí) y como si tú no supieras cuidar de ti mismo.

Lo que quiero decir es que en ocasiones confundimos el tocino con la velocidad y creemos que el mero hecho de mostrar o que muestren cierta consideración hacia nosotros (como seres humanos, compañeros de especie y esas cosas, personas, sin nada romántico de por medio), nos está comprometiendo a algo más o nos está implicando en esa palabra de cuatro letras que todos ansiamos pero cuya mera pronunciación nos horroriza ("amor").

A veces no es necesario buscarle los tres pies al gato. Una llamada es una llamada. Un folle es un folle. Una cita una cita. Y enamorarse es enamorarse. Son cosas distintas. Y en la mayoría de los casos dos personas que se la pasan bien estando juntas no son más que dos personas que se la pasan bien estando juntas. Nada más. Y nada menos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

PARANOIA BANCARIA

Existen bancos tan despreciables como sus cajeros , digo , esos que caminan , porque poca diferencia hay entre el trato y la automatización .  Ambos hablan , pero hay algunos tan intimidantes que la pobre gente hasta se acicala un poco y se arregla las vestimentas cuando les llega el turno. Ni modo de hablar a un tono de voz normal, pues es una ceremonia tan sublime como recibir la comunion en las iglesias católicas. Todo ésto sin mencionar mi nemesis de los tramites (la fila) y  la rígida y absurda compostura dentro de éstas entidades; Ni se le ocurra mirar su telefono celular, la paranoia los trajo hasta el punto de impedir contestar un teléfono , porque esque todos somos potenciales malandros en aras de hacerle algun mal al banco. Textos, periódicos, libros o cualquier lectura tampoco se admite porque seguramente algo maléfico y detestable está tramando ... y a no ser que esté tramando como hacer el arroz el día que esté solo en casa jamás pierda su mirada en algo que otros no puedan deducir que es. Digo ésto sabiendo que he ido a bancos donde la gente aún es humana , respira, habla , maldice , raja del prójimo , lo llaman por teléfono y en ocasiones haya café con música a volumen alto , ¡en serio!
 
Comprendo las brutales y deseperadas medidas contra el robo , pero ¿que acaso los bancos no están asegurados? en el peor de los casos olvidandose de lo que le suceda al usuario de puertas pa' fuera. Pero lo que mas me ofende y definitivamente me indispone sobremanera (aparte de las odiosas filas) es que se ensañen con una de las quien sabe cuantas personas que entran a una entidad bancaria, como me pasó hace algunos días;
 
Se acerca un joven "guachiman" de éstos encargados de la seguridad del banco y me dice que si le colaboro con el sombrero , a lo que le contesté que en realidad muy poco podia hacer por el diseño de su kepis, que yo era diseñador gráfico y que mejor consultara con un diseñador de modas . Me dice que no , que me quite el mío y yo enseguida le contesté que no queria hacerlo y le pregunté que cual era la paranoia con la gente , ya exaltado el vigilante éste me dice que son ordenes y que debo hacerlo . Con la sangre empezando a hervirme  le pregunto ¿y de quien son las ordenes?, ¿de Dios?  le hable de la chica rubia que había mas adelante con una boina y ella no le dijo nada, al anciano delante de mi que llevaba un sombrero parecido al mio pero increiblemente feo y descuidado al cual no lo reprimen , ya muy enojado decidí quitarme el sombrero , pero pocos minutos despues  entra un uniformado del ejercito con gorra, y una agente de policia (muy rechoncha por cierto) tambien con el caracteristico kepis y a ninguno le dicen nada . Decido ponerme mi sombrero nuevamente . Viene otra vez el guachiman ; "¿se lo quita por favor?" y sin deseos de ser educado le respondí: ¡comenecemos por la suya y la de los otros dos que acaban de llegar!  "es diferente porque hace parte de un uniforme" me dice el pendejo éste y le respondi: ok , éste sombrero es parte de mi elección personal, eso tambien maraca la diferencia ¿o no?
 
El joven guardian se marcha de enfrente de mi cara muy aburrido . El resto del público ríe y mientras los uniformados se quitan sus repectivas gorras, yo guardo mi sombrero en señal de consideracion mas no de respeto , pensando en las decenas de bandidos con gorra que me pueden atracar si decido seguir la estructura de indumentaria en al entidad bancaría. Me pregunto luego ¿Y si me diera por entrar con antifaz?
 
Finalmente llega mi turno, y oh sorpresa, me ha tocado cajera!

miércoles, 7 de noviembre de 2012

SE BUSCA... (micro vómito)

 
se busca alguien de labios suaves e incitantes
que sepa lavar
y que sepa destender la cama
para irnos a besar.
 
Que en sus brazos me sienta
un niño pequeño
sonría , le mienta
y se trague mis penas .
 
Que sacuda mi cama
como un animal
y que por las mañanas
me dé un poco más .
 
Que no sea muy malo
que no sea muy bueno
y si me hace regalos
que no le cueste dinero .
 
Alguien que cuide de mí
que quiera matarme
y se mate por mí

domingo, 4 de noviembre de 2012

SUS MANOS...

Me debe sus manos ; me he querido consagrar a manos anteriores , dejarme seducir por la líneas de memoria , fundirme en el blanco tapíz que termina en las yemas de los dedos . No lo logro . Busco y rebusco sin afanes y sin resultados .

Busco sus manos para dejar caer mis lágrimas matutinas e imaginarias . Manos para compartir mi ya venenosa sangre . Manos pata apoyar mi cínica sonrisa . Manos para jugar con áspera barba . Manos para el presente .

 
He decidido dejar hablar a sus manos . Nuestro primer encuentro , y su primera sonrisa siguen dandome vueltas . Pensamientos como el rizoma de una planta que lo inunda todo , que todo lo comparte , que todo lo contamina , que todo lo hace suyo sin tenerlo . Rizoma que busca una respuesta .

Y lo sé . Veo la inconformidad en su cara , en su cara que he guardado como imagen de fondo en mi cerebro , detrás de mis ojos . Sin que usted se hubiera percatado observé la noche con su aliento de fondo . Experiencia de un abismo cómodo de una cárcel de fantasía , de la guarída de un búho vespertino.
Sabemos , si , lo sabemos , soy falto y corto de elocuencia , mi instinto racional anti-paradójico me proporciona la actitud necesaria para sobrellevar sus palabras , que , por cierto , no dejan también de ser sonidos , como canciones , como serenatas , como pájaros .
Pensemos en el colibrí , en el ser colibrí . Debo decir que me inquieta (aclaro que inquietud es movimiento y seducción) . Ser colibrí no puede "superficializarse" en un parecer . ¿Representación o resignación? Dos puntos ; ir, es decir , volar de flor en flor, escoger, oler , penetrar , absorber y dejar morir .
Quiero apoyar mi cabeza en su hombro mientras me conduce bajo la lluvia que tanto le gusta ver caer y que esta semana aún no ha caído.