cuando se procesa una idea del infierno, en
algún recoveco de la mente del ideador aparece una fila. infierno no es infierno
sin una. lo del calor es lo de menos. el infierno es esperar en una fila; esa
cadena fragmentada de seres humanos que deben detenerse en un solo lugar del
universo, cautivos de la disposición de un tercero, quien, sin consultarles, los
obliga a acumularse, uno a uno, uno detrás de otro, para que esperen algo, algo
que llegará, algo que deberá ser entregado, algo que se informará, algo que
se alargará.
La inusualísima visión de un banco con menos de cinco cuerpos
conformando la fila de la que uno hará parte es bocatto di cardinale para el espíritu
contemporáneo, acostumbrado a esperar y desesperar en este mundo que marcha a
ritmo de cronómetro, a un segundo por
segundo, a un siglo por milenio, etc. La filafila es la prueba suprema de la
paciencia, de la resiliencia y del tesón para lidiar con el enemigo capital: el
tiempotiempo; la invención más compleja e inevitable de la humanidad, por encima
de dios y del rating (por algo, el
papá griego de los dioses olímpicos es don cronos). Hacer fila es pararse sobre una
baldosa, adquirir postura de mártir o de modelo de zapatos, y respirar
lentamente, mirando al infinito imaginario, como un monje autista; es pararse
sobre un andén, en una sola pata, como una garza burocrática, porque no hay de
otra, porque aquello que perseguimos sólo se puede obtener al otro lado del
cordón corporal, en esa terrible frontera comunicativa llamada ventanilla. Por eso, los bancos atraen a
sus clientes con la carnada de “métase aquí, que le tenemos la conexión por
internet, para que no tenga que hacer laputafila”. Pero internet no nos salva de
las filas de reclamos en la etebé (más largas y constantes que las de pagos).
Internet no nos salva de la fila para solicitar el pasado judicial, para que le
probemos al mundo que no hemos matado a gaitán, ni robado un pan de
supermercado.
Durante la filafila de lo que sea, nuestra mente divaga, a
razón de mil palabras por imagen; se resuelven crucigramas y encrucijadas, se
insertan alfileres vudú y se extirpan mocos de moco. La fila es el símbolo
terrícola del mutuo desdén, del control del prójimo sobre el lejano. El que
madruga a conseguir un buen lugar en la fila de la embajada de Alaska para que
un fulano ocupe su puesto seis horas después, es un héroe digno de admiración,
al que dios no lo ayuda, al que no le bastan mil cervezas de recompensa por
tamaño sacrificio. Para pararse en una fila y persistir en ella sin desfallecer,
es recomendable llevar un libro para leer durante aquellos minutos insufribles;
ojalá un texto fácil y pop, del tipo el
vendedor más sexy del mundo, bandeja
paisa para el alma o los mejores 1000
chistes de esquimales). si no sabe leer de corrido, o le mama la literatura,
tenga a la mano un reproductor de emepetrés, un disc-man, un walk-man o un watch-man, para meterle música a esa
cabezota, que tanto gusta de delirios paranada. Si no posee ninguno de estos
artefactos, levántese una amistad para hacerle la conversa. Se sugieren temas
álgidos e inagotables como el calentamiento global, el enfriamiento piramidal o
el entibiamiento cúbico. la idea es drenar el cerebro y hacer circular la
materia gris; porque
la filafila es el hervidero de sesos por excelencia. La masacre de
pozzetto tuvo que haberse fraguado en el puesto 57 de una fila para pagar el
impuesto al deporte............¡el quesigue!
Uno creería que hay cosas en la vida que no importan como una puta fila... pero usted me ha hecho ver que a la "filafila" en vez de soportarla hay que trasnformarla más bien! buena ésa!
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