
Todos nos hemos enamorado, por lo menos una vez (espero). Y todos nos hemos desenamorado, por lo menos una vez. El amor trabaja a la inversa que el parto. Enamorarse no duele nada, se siente, como supongo se siente, cuando ves a tu hijo por primera vez. Todo se borra. Todo es felicidad. No hay nada más grandioso en tu vida. Te sientes completo.
Pero el desamor, entonces, se puede comparar con la labor de parto. Duele y duele un jurgo. Gritas, sudas, lloras, pujas, respiras. Juras nunca volver a pasar por eso. Y digo que el amor trabaja a la inversa porque en el parto después del dolor viene la felicidad y en el amor, después de la felicidad parece sólo venir el dolor.
Pero entonces, si nos hemos enamorado más de una vez eso quiere decir que tal vez, sólo tal vez, nuestra naturaleza también está hecha para olvidar el dolor y poder repetir el amor. Si no nadie lo viviría dos veces. Si no nadie tendría más parejas.
Entonces es aquí donde se puede dividir el miedo (porque al final el dolor causa miedo). El miedo que todos piensan que le tienen al amor no es miedo al amor sino al desamor. ¿Por qué habremos de tenerle miedo a una sensación que provoca felicidad? No le tienes miedo a las alturas sino a caer desde esa altura. Entre más alto, más fuerte el golpe.
No. El amor no duele. Duele el momento en el que dejas de amar, en el que te dejan de amar. El dolor de parir la idea de que no estarás más con esa persona. O de que esa persona ya no te hace sentir lo que te hacía sentir antes. Gritas, sudas, lloras, pujas, respiras.
El pavor de la desintoxicación (es más fácil ser adicto que desintoxicarse).
El pavor a sufrir como todos sabemos que se sufre cuando se muere algo, alguien, todo.
Entonces, ¿será misericordiosa la naturaleza y nos dará el don de olvidar el dolor para un día volvernos a enamorar, a que se nos quite el miedo de caer? Como siempre, creo que la naturaleza hace su parte pero nosotros también tenemos que poner de la nuestra y tal vez fingir olvido para vivir amor.