Pasan los días, lentos, absurdos. Pasan las ilusiones, se
desvanecen con cada sonrisa falsa. Pasan las personas, Él no ha conocido a la
primera que tenga el valor para quedarse. Pasa el día, y se repite el circulo
vicioso otra vez. Pasan recuerdos revueltos, recuerdos olvidados,
recuerdos miserables, recuerdos que no debiesen ser recuerdos. Pasan y pasan en
cada suspiro. Pasan las mentiras, la gente las ve pasar y las deja seguir su
camino. Si todo pasaba, ¿porqué Él era la excepción? Siempre ahí,
estático, débil, ya con poco para dar. Con miedos, dudas y odios que se
acrecentaban, ya que no podían irse, y tenían que fortalecerse para poder
existir.
Se encontraba inmerso en la oscuridad. Inmerso
en la jaqueca que la agobiaba desde hace un par de días atrás. Inmerso en la
fiebre. Inmerso en la "enfermedad". Inmerso en su mente...
Escucho en la oscuridad ese estribillo de la
canción, esa estúpida pregunta que esta vez no podía contestar: ¿serais ce
possible alors?. Pensaba que ese posible esta vez no debía ser posible. Pensaba
que ese posible no podía seguir siendo un vaivén. Pensaba que llegaría otro
posible, que se convertiría en imposible, pero ya estaba cansado de esos
posibles pasajeros. Por tanto no había posible. No esta vez. En su estatismo no
era posible inmiscuirse en ese pasar de cosas, y dejar que esas cosas a su paso,
abrieran más y más heridas. Entró en ÉL preocupación por algo que ya sabía
pero que ignoraba, algo que dolía, al evocar recuerdos de esas cosas que van en
vaivén.
Se fue fundiendo con la oscuridad,
fue quedándose dormido, fue transportándose a esos sueños. Esos que sólo podía
soñar Él: sueños que pasaban a pesadillas, y de pesadillas a realidades.
Viendo su rostro aún en la oscuridad puedo descifrar lo que sueña. Al despertar
me lo confirmo "sueños asquerosos, llenos de recuerdos y miedos, que me hacen
querer no dormir, pero tampoco me hacen querer despertar".
Se levantó despacio. Mareado por haber dormido
tanto, mareado por esa cantidad excesiva de medicamentos. Aprovechó la soledad
de su casa, colocó la canción del estribillo que lo contrariaba. Tomó en sus
manos esa taza en la que le gustaba tomar tinto, y sirviéndose un café árabe de Canela, se
alejo un poco de la realidad, y me invitó, a caminar sobre las nubes de algodón
de azúcar. Mirábamos a la gente desde arriba, atónitos, porque disfrutan ese
vaivén. ¿Acaso no se puede desear algo que esté ahí y que no sea pasajero? Menos
mal te tengo a ti - contestó.
Somos uno, somos dos. La cantidad ya no
importa. Con su aterrizaje a la realidad también volví yo. Estaba ahí, sentado,
tomándose ese café. Estaba ahí con la mirada perdida y cansada. Me encantó la
ironía que manejo, al decirme con una sonrisa hipócrita: "son cosas que
pasan".